Quien sabe cuanto “sufrimiento” tuvo que soportar esta vieja puerta antes de que se decidiera demoler el enorme muro de más de 20 metros en el que estaba empotrada. Y aun así la ajada y maltrecha puerta continuo de pie en su sitio, como esperando a una persona especial a la cual estaba destinada a dar paso. Me pregunto qué clase de mundo imaginaba Daniel que le esperaba tras la puerta.
Ella siempre estaba ahí, como un una suerte de personaje secundario, un poco cerca peno no lo suficiente para destacar. Ella siempre estaba triste aunque si te acercabas te sonreía como si llevaras en las manos un helado para ella. Era la niña triste. No era infeliz, tan sólo es que estaba tan cerca de ser alegre pero le faltaba algo.
Yo no creo que los adultos realmente quieran a los niños, si no díganme porque se ofrecen entradas a mitad de precio o gratis para los niños en los paquetes vacacionales. Esa visión de la infancia se filtra en mis fotos, retratándolos siempre solitarios, siempre desprotegidos. Pero también creo que de ellos también se filtra en mis fotos su poder, su creatividad, su deseo de luchar.