La vida según Santiago

/ octubre 31, 2012/ Fotografía, Literatura

Cuando nos enamoramos vemos el mundo como un gran salón blanco cuyos limites están más allá del alcance de nuestra vista. El resto del tiempo creo que vemos nuestra vida como un profundo pasillo lleno de puertas misteriosas y transeúntes anónimos. Eso es lo que quiero representar en esta fotografía, tomada en la Universidad de Antioquia (UdeA) y con la amable participación de las hermanas Sandra y Pilar.

 

Sandra Helena y Pîlar co00 P300 X100 niba

Sandra Helena y Pîlar co00 P300 X100 niba

 

Se cierne la tarde sobre la calle 21, el frío se eleva en respuesta a la huida de la luz, y el gran salón de la torre de Síssi pasa de los tonos granate del vino tinto a los tonos grafito del acero. El último rayo de luz atraviesa el cuarto, filtrándose desde una de las esterillas que cubren el domo superior, hasta la piel desnuda del abdomen de Síssi, creando allí un tablero de ajedrez. Él lleva siglos regresando a este punto. En cada ocaso saca nuevamente la caja de roble que esta oculta en una esquina del cuarto, desempolva una pieza de marfil o de ébano al azar, y las sitúa una a una estratégicamente en un juego interminable y caótico, pero de tanta belleza, que parece tener algún sentido oculto.

El cuervo lleva setenta y dos mil años retornando a la quinta viga que sostiene la cúpula, todas las tardes. Sus ojos codiciosos se deslizan sobre el manto de brillos que cubre el lecho de Síssi; cada bello rubio contrastando con la piel canela, cada línea dorada que dibuja las sombras de la esterilla, cada brillo platinado de las piezas de ajedrez.  Cada tarde su mente se ha diluido en los pensamientos placenteros que le provocan los brillos, pero hoy es un día para actuar, hoy se cumple el año setenta y dos mil.

En las esquinas del gran salón penden algunos vestidos de unos abigarrados porta sombreros de bronce. Las polillas que alguna vez desearon las tiernas sedas de estas prendas, hace tiempo que fueron casadas por el cuervo, esa es, o esa era, la única y secreta diversión de él en las horas del ocaso. Ya no existen polillas, y las sedas, aunque brillantes, ya no son tan tiernas como en el pasado. Esto es otra razón mas para celebrar con algo diferente este día.

En algún lugar oscuro, aun más oscuro que entre las faldas de los vestidos, dos escarabajos arrastran con dificultan un gran anillo de plata que trae incrustada una delicada filigrana de serpientes en oro. El cuervo se ha dado cuenta del robo, pero guarda silencio, él sabe que más adelante Síssi extrañara el anillo; él sabe que más adelante puede recobrar el anillo.

 

 

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